Dependencia emocional
- Cristina Romera
- 12 may 2020
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 24 abr 2021

La dependencia emocional se define como la necesidad extrema de afecto que una persona siente hacia su pareja o hacia sus sucesivas relaciones. Es un deseo irresistible de estar con el otro, de carácter puramente afectivo y sin beneficios que pudieran justificar dicho deseo. Este ultimo punto ayuda a diferenciar ésta de cualquier otro tipo de dependencia instrumental o utilitarista. Por ejemplo, casos en los que la persona ha sido sobreprotegida durante toda su vida y llegados a este punto no cuenta con las herramientas necesarias para valerse por sí misma de manera independiente. Aquí también aparece la dependencia, pero ésta no es emocional o afectiva.
Cuando sufrimos de dependencia emocional nos cuesta concebir la vida sin esa persona, sentimos que es la que da sentido a nuestra existencia y que sin ella no podríamos vivir. De hecho, si esa relación se acabase, la ruptura se viviría de una forma tremendamente angustiosa o se intentaría por todos los medios recomponer la relación como fuese y al precio que fuese, aun siendo consciente de que durante esa relación hubo mucho sufrimiento.
¿Qué aspectos caracterizan a las personas con dependencia emocional?
Estas son algunas de las características más comunes:
Necesidad excesiva del otro
Ésta es el reflejo de la necesidad psicológica que la persona con dependencia emocional tiene hacia su pareja. Esto se traduce en deseos constantes de estar con ella, continuas llamadas y mensajes, visitas sorpresas; en definitiva, hay una necesidad insaciable junto a cierta incapacidad de llevar a cabo algo sin tener contacto con la pareja.
Esta situación tendrá un impacto en la pareja. Podrá generar sensación de agobio y falta de libertad, lo que provocará una situación asfixiante para la persona. Ante esta situación, el resultado podrá ser la ruptura de la relación o el establecimiento de ciertas normas que no comprometan la propia libertad.
Cualquiera de estas dos opciones será dolorosa para el dependiente emocional, bien porque se tendrá que enfrentar a la insoportable soledad de la ruptura, o porque tendrá que disminuir el contacto, lo cual tampoco es la opción deseada. Pero, en su deseo de no ser abandonado por su pareja, lo cual genera un miedo extremo, puede terminar aceptando esas normas, aunque le resulten angustiosas.
Deseo de exclusividad en la relación, la cual se produce en dos direcciones. Por una parte, la persona con dependencia emocional acaba aislándose, en mayor o menor medida, de las personas significativas de su entorno llevadas por su deseo de dedicación completa hacia el otro y por la creencia de que su pareja es el centro de su vida y lo más importante de su existencia. Esto irá acompañado también de la necesidad de que su pareja se implique de la misma forma. Pero este deseo es complejo de obtener ya que la pareja no siempre estará dispuesta a ser partícipe de esa burbuja que les distancie de los demás. Lo que acabará ocasionando una vez más, sufrimiento y frustración a la persona con dependencia emocional, quedando relegados sus deseos y necesidades a un segundo plano.
Suele ser común también la idealización y sobrevaloración de la pareja, a pesar de que puedan llegar a ser conscientes de sus defectos. Suele ver en la pareja aspectos de los que él puede carecer, como la seguridad en sí mismo, el autoaprecio, y una posición de seguridad frente a los demás. Éste es otro motivo por el cual se acaba aferrando a su pareja. Para tener, de alguna manera aquellas habilidades o características que anhela, pero que no posee.
Relaciones basadas en sumisión y subordinación
La persona con dependencia emocional puede llegar a adoptar un papel de sumisión y subordinación por varios motivos. Uno de ellos es la necesidad de consolidar la relación, además, la baja autoestima y la idealización de la pareja son elementos que incrementan la subordinación. Todos estos factores acaban generando una relación muy desequilibrada en la que uno se infravalora (sumisión) y al otro se le idealiza (dominación).
La persona con dependencia emocional llevará a cabo todo tipo de atenciones que satisfagan a la otra persona, ya que su felicidad dependerá de que su pareja obtenga satisfacción y agrado.
Con el paso del tiempo esta relación de dominación-sumisión va incrementando su intensidad y, cuanto más sumiso se muestre uno de los miembros de la pareja, más dominio ejercerá el otro, convirtiéndose la relación en un círculo vicioso, en el que la persona con dependencia emocional queda inmersa sin poder hacer nada para cambiar la situación, puesto que su objetivo es satisfacer y afianzar la relación.
Esta entrega hacia el otro acaba conduciendo a la negación y anulación de sí mismo.
Miedo a la ruptura
Éste suele ser una constante en la relación, y es un factor que contribuye al desequilibrio entre ambos, ya que la simple idea de que esta opción se produzca resulta angustiante.
La ansiedad de separación se vive de forma tan intensa que el sufrimiento le lleva a realizar conductas de aseguración de que la otra persona sigue ahí.
Baja autoestima
La baja autoestima es una de las características más relevantes para comprender el comportamiento de la persona con dependencia emocional frente a las relaciones. Nos hace buscar la aceptación y el amor de los demás incluso comprometiendo la propia dignidad, aparece el miedo de no ser amado y aceptado como somos, haciéndonos caer en situaciones de dominación y sumisión de las que hablábamos antes.
La pareja se acaba convirtiendo en la principal fuente de autoestima, entrando a valoramos a través de ella. Por esto la pareja se convierte en un refugio ante la constante huida del propio autoconcepto.
Con el objetivo de ayudarte a saber si sufres dependencia afectiva, te muestro a continuación una serie de síntomas o situaciones a examinar y ver si te resultan familiares:
Exijo constantemente a mi pareja muestras de cariño, de lo contrario, pienso que no me quiere
Necesito saber que soy su prioridad
El que mi pareja esté siempre pendiente de mi prestándome atención me hace sentirme bien.
Tengo miedo al rechazo de mi pareja
Soy muy celoso/a en las relaciones de pareja
A menudo, siento ansiedad, culpa o enfado
Últimamente he descuidado mis aficiones y abandonado a amigos y familiares.
Mi pareja es el centro de mi vida. No sé qué haría sin él/ella. Mi vida no tendría sentido. Le necesito para ser feliz.
¿Cuál es el origen de esa dependencia emocional?
Para dar respuesta a esta pregunta, será importante ahondar en la historia familiar para entender el origen.
La dependencia emocional tiene su origen en la niñez como consecuencia de no haberse establecido un apego seguro con las personas más significativas de su entorno.
No hemos tenido que haber experimentado vínculos traumáticos, cualquier situación en la que hayamos percibido que ocasionalmente esa figura importante está ausente, ya sea física o emocionalmente, podría generar un apego inseguro que acabe teniendo su consecuencia en la manera de vincularnos afectivamente con los demás.
Se arrastra, por tanto, un sentimiento de abandono afectivo que con los años buscaremos compensar con la pareja. Buscaremos, de alguna manera, en nuestra pareja algo similar a lo que buscásemos o no tuvimos por parte de nuestras personas significativas, en un intento de reparar aquello vivido en la infancia, y dejando entrar en nuestras vidas a personas a las que quizás no amemos sanamente, pero a las que necesitamos para llenar ese vacío. Esto nos lleva a no elegir sino a conformarnos, y por tanto a la no construcción de un vínculo sano.
La manera en la que se construyen las relaciones cuando crecemos son el reflejo de lo captado de niños, del desarrollo de las primeras relaciones establecidas. Por tanto, habrá una tendencia a buscar y reproducir todo aquello que nos es familiar, que hemos visto desde los primeros años de vida. Esos esquemas aprendidos desde la niñez dejan una huella en cada ser humano.
En su base se encuentra, por lo tanto, un conjunto de necesidades emocionales insatisfechas que la persona intenta cubrir estableciendo una relación de dependencia afectiva.
Desde que nacemos nos enseñan a amar y aprendemos qué es lo que esperamos de una pareja. Esto nos condicionará a la hora de establecer relaciones en el futuro
Cuando pensamos en dependencia emocional lo primero que nos viene a la cabeza son connotaciones negativas en torno a ese concepto. Por ello, está muy mal vista en nuestra sociedad y nos resistimos a tener que depender de nadie. Buscamos ser personas autónomas, independientes, autosuficientes. Sin embargo, se nos olvida que somos la especie más social que hay en el planeta, que por naturaleza necesitamos vincularnos de manera afectiva con otra persona y que el apego es una de nuestras necesidades básicas.
Solemos pensar que progresamos de una dependencia absoluta cuando somos niños, a la absoluta independencia; sin embargo, lo que ocurre es que cambiamos el tipo de dependencia. Cuando somos pequeños tenemos lo que llamamos una dependencia vertical, en la que hay una persona que cuida y otra que es cuidada, una que provee y otra que recibe. Esto es lo que ocurre entre padres e hijos, por ejemplo. Y a lo largo de nuestra vida, la dependencia no desaparece, sino que vamos cambiando hasta el punto de llegar a tener la capacidad de depender horizontalmente uno del otro, uno cuida y el otro recibe, pero también el que recibe cuida. Hablaríamos por tanto de una relación de dependencia ideal entre adultos, la interdependencia. Sin embargo, podrían aparecer los problemas si, siendo adultos, seguimos buscando relaciones verticales.
Por tanto, el objetivo último no será alcanzar la absoluta independencia, sino una dependencia sana, una relación que nos aporte seguridad, protección y afecto. Y para ello serán necesarias dos variables: autonomía e intimidad
Pero ¿Cómo podemos saber cuándo esa dependencia emocional hacia nuestra pareja es negativa?
¿Sientes que en todo momento necesitas estar junto a tu pareja, generándote ansiedad la simple idea de estar separados y temiendo la soledad?
¿Nunca estás tranquilo con respecto al futuro de la relación, estando continuamente en un estado de alerta?
¿Tienes la sensación continua de no ser merecedor de tu pareja, colocándote muy por debajo de ella?
¿Crees que algo tan maravilloso no puede ser verdad y que en cualquier momento acabará, lo que te lleva a no ser capaz de mostrar tus propios gustos y necesidades perdiéndote en ella?
Esta dependencia emocional nos hace experimentar que no tenemos responsabilidad completa sobre nuestros sentimientos, sintiendo que nuestra autoestima y bienestar están en manos de nuestra pareja y no depende de nosotros, depositando en el otro demasiado poder sobre nuestra vida.
Podemos sentirnos anclados en la relación, relación de la que nos cuesta salir, sin poder movernos, sin poder tomar una decisión. Nos movemos entre dos polos, nuestra parte más racional en la que nuestro sentido común y nuestro respeto hacia uno mismo nos dice que debemos terminarla, y el otro, una fuerza que muchas veces no somos conscientes de donde viene y que es lo que nos retiene en esa relación dañina, sintiéndonos recluidos.
Los demás pueden decirnos que es fácil, que solo debemos de dar un paso para poder salir. Pero, aun así, no podemos. Podemos acercarnos al umbral, pero vacilar después. Podemos hacer incluso breves salidas, pero regresar después de nuevo a la “falsa seguridad” de la relación, manteniendo esa continua lucha interna, quedándonos atrapados en esa relación insatisfactoria.
Por tanto, si observamos que, en vez de aportarnos seguridad, protección y afecto, la balanza se inclina hacia el otro lado, entorpeciéndonos, limitando nuestra vida y haciéndonos sentir mal, habremos establecido un vínculo insano del que tendremos que plantearnos su continuidad.
Descubrir y ser conscientes de lo que nos aporta nuestra relación y de si el precio que estamos pagando no será demasiado alto para los aspectos positivos que se derivan de ella, será importante. Al igual que fortalecer la autonomía personal, requisito imprescindible para sentirnos libres.
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